Carta Abierta de Huaynamarca

huaynamarca

El grupo mendocino de música instrumental andina ha sido recientemente distinguido por el Multimedios Uno a través de los Premios Escenario con un reconocimiento a su gran proyecto artístico. Ante esta situación, los jóvenes que lo integran, aclaran por qué recibieron este premio y su posición ante los despidos en dicho medio de comunicación:

Buen día, buenas tardes, buenas noches, saludamos a todxs y nos presentamos: somos Neftali Villalba, Alfredo Musri, Gabriel Vargas, Emmanuel Cruz, Andrés Musolino, Martin Cappi y Martin Parra, y estamos juntos en un proyecto de música andina instrumental que se llama Huaynamarca. Es un proyecto musical, pero que responde o donde ponemos nuestro pensamiento y nuestra intención en que responda a una cosmovisión de los pueblos del cordón andino y si bien solo como medio de expresión tomamos, de todo ese inmenso universo cultural, solo el aspecto musical, no podemos dejar de lado el hecho que estas músicas, como muchas o todas las músicas populares latinoamericanas, tienen aparejado consigo una armónica complejidad donde convive su historia, sus aspectos culturales más profundos, la posición en cuanto a derechos humanos, derechos a los recursos naturales, al SUELO, la visión política de los pueblos, no de los gobiernos, o si en algunos casos, pero eso es una interesante discusión en la que no haremos eje en esta carta. En fin no es solo música, no debería serlo, creemos firmemente que todas las músicas populares que andan dando vuelta, si o si tienen que estar ligadas a una indagación constante, a una búsqueda permanente y también a un compromiso con el pensamiento. Y no nos referimos, con esto, a un aspecto valorativo del arte, si no pensamos en su profundidad, en su carácter, en su filosofía, en su razón de existir. En Latinoamérica por su geografía, su historia y porque también nos duelen las mismas cosas, creemos necesario que las músicas, no sean solo músicas.

 Desde que empezamos a caminar sobre este proyecto tan cariñosamente cuidado por nosotros, empezamos a encontrarnos con gente muy querida, con compañerxs músicxs y otrxs artistas de otros “palos”, muchxs de ellxs que han sido y son referentes nuestros en estas búsquedas, también con situaciones, encuentros y actuaciones que nos han formado mucho y que han servido para darnos a conocer, esto significa asomar la cabeza del suelo y permitirnos expresarnos con este medio sonoro y complejo.

Hace poco más de una semana, nos encontramos con la noticia mediante un mensaje por las redes sociales que nuestra banda iba a recibir un reconocimiento de los "Premios Escenario" del multimedio UNO. Y como una situación más de las que nos van sucediendo siempre pasan por el lente de cada uno de nosotros, y por el nosotros entero por medio de charlas y reuniones donde nos ponemos de acuerdo o no, sobre diferentes temas a resolver de manera colectiva. Creemos en que esa es la única forma de pertenecer a un grupo de personas sintiéndonos todos parte y representados por las conclusiones.

Después de charlar llegamos a la conclusión de recibir este reconocimiento pero a la vez redactar esta carta, porque sentíamos la necesidad de expresarnos ampliamente y dejar en claro o tratar de explicar qué significa para nosotros ese premio y qué significa el medio que apoya y auspicia este evento donde son reconocidxs muchxs compañerxs del contexto artístico mendocino, en primer lugar lo recibimos porque sentimos que están reconociendo no solo el aspecto musical o el género musical, sino reconocen varias de las luchas que compartimos con un montón de gente, reconocen también la cosmovisión de estos pueblos, reconocen que la música no es solo música, reconocen el pensamiento que pecha hacia afuera y hacia adentro, reconocen  la posición política y social, frente a los derechos humanos, la defensa del agua y los recursos naturales, reconocen mediante estas músicas, el uso del suelo y a quien le pertenece, reconocen que hay muchas injusticias en Mendoza y que la función del arte no es solo entretener, sino manifestarse, acompañar, denunciar o fortalecer a quien quiera enfrentar esas injusticias. Estamos seguros que eso es lo que van a premiar si lo recibimos, queremos cambiar el ángulo, la perspectiva.

El multimedio que genera y auspicia esta entrega de premios al arte mendocino, o mejor dicho a una porción, dado que los medios masivos de comunicación en Mendoza aún no son resonadores y multiplicadores de todas la expresiones artísticas que suceden en la provincia, si lo son y constantemente, los medios independientes y comunitarios, a los que saludamos, abrazamos y agradecemos porque también a ellos se los reconoce con este premio, porque nos identificamos con ellos y porque sin ese constante apoyo quedarían mudas muchas de las propuestas artísticas locales.

En poco más de un año hacia atrás la sociedad mendocina, vimos y nos enteramos de despidos masivos de trabajadorxs del multimedio UNO, que exigían condiciones dignas de trabajo, y sin terminar el atropello aquí, el 16 de noviembre pasado, se realizo un paro y una movilización, por este tema, y 8 trabajadores que estuvieron en el lugar dando apoyo a sus compañerxs fueron despedidxs también. Esas políticas de precarización laboral, de ajuste, despidos son partes de este multimedio y es difícil para nosotros no advertir esta situación y manifestarnos o dar nuestro punto de vista. Y esta de más aclarar que apoyamos, la lucha de esos trabajadores, y de muchos de los trabajadores que conocemos y sabemos como sienten y piensan, entre ellos muchos locutores, periodistas, tanto gráficos como de radio, etc.

Esta carta es simplemente una devolución con ánimos de construir la realidad de la que somos parte, creemos necesario poder construirla todos juntos, que resuenen todos los mundos que contiene esta provincia. E indiscutiblemente debe ser una construcción desde la humildad y del trabajo, y exclusivamente debe ser una construcción con todxs lxs otrxs posibles. Invitamos a vernos más seguido en lxs otrxs. A no conformarnos, a ser parte.

Saluda afectuosamente.

HUAYNAMARCA

 Gabriel  Vargas - Alfredo Musri - Andrés Musolino - Martin Parra - Martin Cappi - Neftali Villalva - Emmanuel Cruz

Mendoza, 18 de Diciembre de 2014

Saludamos, apoyamos y abrazamos a los Trabajadorxs despedidxs del Multimedio Uno:

1 Jorgelina Gómez

2 Franco Sánchez

3 Juani Blanco

4 Juan Llanos

5 Marcelo Carubín

6 Diego Campos

7 Daniel Ferrari

8 Julio Catan

9 Emiliano Correa

10 Jorge Berrocal

11 Mariano Pistone

12 Guillermo Flores

13 Luciano Vazquez

14 Gabriel Espejo

15 Marcelo Luna

16 Juanjo Martínez

17 Jorge Fernández

18 Fabian Almonacid

19 Emanuel Molina (Delegado gremial de Gráficos procesado)

20 Luciano Grenón, (Delegado gremial de Prensa procesado)

21 Pablo Sánchez

22 Julio Luzuriaga

23 Luis Peñafiel

24 Rodolfo Moreno

25 Gabriela Sosa.

26 Diego Anguita y 27 Cecilia Amadeo (matrimonio)

28 Leonardo Zerpa

29 Rubén Corbera

30 Fernando Toledo

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Carta de Ica Novo

Renuncio a mi premio consagración de Cosquín

Con mis ojos húmedos de emoción, con profunda tristeza, pero con fe y con la esperanza de aportar al imprescindible regreso del Festival de Cosquín a la raíz del canto, con la convicción de estar haciendo lo que manda mi conciencia, me dirijo a todos los que amamos el encuentro del corazón que se da en Cosquín los días del festival, para comunicar mi decisión, largamente meditada, de renunciar al premio Consagración que me fue oportunamente otorgado, y que en su momento consideré un gran honor, porque todavía era símbolo de reconocimiento a una obra y a una trayectoria sin dobleces. 

Siempre significó mucho Cosquín para mí. En Cosquín vivió mi padre, vivieron los Novo antes de mi nacimiento, buscando el microclima necesario para la salud de mi abuela Juana González del Pino. A Cosquín fui de niño desde Deán Funes en la parte trasera de una camioneta, a la intemperie, a vivir el legendario festival con familia y amigos, y los que éramos niños pasamos esa noche de mágicas aventuras durmiendo en una vereda tapados con ponchos, como muchos lo han hecho y hacen movidos por el amor a nuestras artes criollas. En el escenario mayor, fui desde la participación fugaz de madrugada, hasta la presentación extendida en horario central, desde el anonimato hasta el amor y el respeto del gran público, desde el desconocimiento general de mi obra hasta erigirse mi chacarera “Del Norte Cordobés” en uno de los himnos del festival... Siempre dejé en Cosquín lo cobrado por mis actuaciones, haciendo peñas con entrada gratuita o de un valor simbólico, y pagando alojamiento y comida de mis compañeros músicos durante toda la semana del Festival...

En Cosquín compuse muchas de mis canciones más entrañables para mí: "Gato de Cosquín", "Verdes Infinitos", "La Repiqueteada", "Encuentro en Cosquín", "La Peña Nuestra"... Cuento todo esto para que quede claro que mis críticas al festival, como las de muchos artistas, comunicadores y amantes de este encuentro único y maravilloso, siempre fueron y son hechas desde el amor y el deseo de servir al perfeccionamiento de este festival que es de todos los argentinos.

Renuncio al premio Consagración porque prefiero andar liviano por las calles de mi Cosquín amado, por el río, por las peñas, como uno más de los que compartimos ese encuentro del corazón, antes que seguir ostentando un privilegio negado a grandes maestros, grandes artistas de sólida trayectoria, y nuevos grandes creadores. Y otorgado muchas veces en los últimos años de forma injusta, arbitraria o interesada. No quiero un premio Consagración si no lo tienen también el Bicho Díaz, Juan Quintero y Luna Monti, Lilian Saba, Carlos "Negro" Aguirre, Walter Soria, Jorge Giuliano, Rafael Amor, Jorge Marziali, Juan Falú, Liliana Herrero, Yuca Córdoba, Verónica Condomí, Shalo Leguizamón, Duende Garnica, Daniel Cañueto, Laura Ros, Néstor Acuña, Pocho Sosa, Mónica Abraham, Laura Albarracín, Coqui Sosa, Claudia Romero, José Luis Serrano, Koki y Pajarín Saavedra, El Cuervo, Pica Juárez, María Eugenia Díaz, Ramiro González, Gustavo Vergara, José Luis Aguirre, Topo Encinar, etcétera. No alcanzarían varias páginas para nombrar a tantos olvidados, por no hablar de los grandes maestros de varias generaciones, como Alberto Sará, Raúl Mercado, Ángel "Cacho" Ritro, Agustín Gómez, Miguel Ángel Reyes, Alfredo Ábalos, Silvia Zerbini, Juan Saavedra, Hilda Herrera, Ramón Navarro, Carlos Di Fulvio, Elpidio Herrera, Ramón Ayala, Chacho Echenique, etcétera, para quienes habría que inventar una especie de Premio Consagración de Oro. Renuncio al premio Consagración como ofrenda al Cosquín del corazón, por mis compañeros ninguneados, como tributo a la Pacha para que cure este festival y vuelva a ser lo que nunca debió haber dejado de ser, un encuentro de referencia para nuestro pueblo, un escenario que era un honor pisar, y no solamente un negocio.

No quiero dejar de mencionar, como ejemplo de la desconsideración y el maltrato que han sufrido muchos artistas, la afrenta personal que significó que Irina Cazenave y Alfredo Martino (a quienes creía hasta ese momento respetables y respetuosos compañeros), con la ayuda de un patovica, impidieran que el pianista de mi banda, mi hijo Salvador, pudiera tocar conmigo (¡Su padre!) la última vez que fui programado. Jamás olvidaré el daño moral que le ocasionaron a Salvador, su desesperación y su angustia por no poder tocar en el festival para el que se había preparado todo el año. Como no quiero decir "de esta agua no he de beber", quiero agregar que volveré a Cosquín, sí, cuando se haga justicia con todos los artistas de verdad, dándoles el lugar y el tiempo que se merecen, cuando el festival cumpla con el pueblo argentino que confía en que Cosquín es "el escenario mayor" que muestra lo mejor de nuestras artes y nuestros artistas, cuando se trate en el escenario de la misma forma a todos los artistas, sin privilegios para los "ricos y famosos", cuando los presentadores sean nuestros poetas, cuando haya un consejo asesor de idóneos que incida decisivamente en la programación y el desarrollo del festival. Y en lo personal, volveré a Cosquín cuando el Festival me vuelva a brindar el espacio y el tiempo que mi obra, mi trayectoria y mi público se merecen. Y cuando se desagravie públicamente a mi hijo Salvador por la ofensa recibida, siendo un pianista, músico y compositor elogiado, a los 8 años de edad, nada más y nada menos que por Mercedes Sosa, y por el desmemoriado Marcelo Simón, quien cuando lo oyó tocar a los 7 años en la Radio Nacional Folklórica, bajó al estudio para pedir micrófono y decir de Salvador "Estamos ante la presencia de un Mozart argentino", como consta en la grabación en mi poder de aquel programa, aunque después avaló que se le impidiera tocar en el Festival.

Y como quiero que mi decisión sea prenda de paz, manifiesto mi perdón a los que ofendieron a mí y a mi hijo, con la condición de que expresen su arrepentimiento de forma pública y expliquen los motivos de su actitud, ya que a otros menores de edad les permitieron estar en el escenario, aunque no subieran con sus padres. Todos nos equivocamos, reconocerlo es de sabios y valientes. Renuncio a mi personal premio Consagración para compartirlo con todos los artistas que se lo merecen y no lo tienen, para sembrarlo en Cosquín como semilla de un nuevo tiempo, de un nuevo encuentro de las almas, de lo mejor de nosotros, de todos.

Para que el Festival sea siempre Cosquín y nunca Kiosquín, como ya dije en el escenario, momento desde el cual me proscribieron de hecho, tal vez porque algunos eligieron que sea Kiosquín. Si no, hubieran brindado conmigo. El Festival de Cosquín se sostiene por la presencia y la pasión de los que amamos encontrarnos en la magia, en la hermandad, en el sagrado ritual de la Música, de la Poesía, de la Danza, del Arte, del Amor... Queremos que el Festival esté a la altura de ese espíritu.

"Que el escenario sea siempre el altar que nombró Atahualpa. Que los maestros siempre estén y también estén los que avanzan. Artistas con conocimiento y verdades del corazón..." (Fragmento de mi Gato de Cosquín).

Ica Novo

Buenos Aires, 31 de Enero de 2014.

  Nota publicada en la edición de Febrero/Abril de 2014

Carta de Teresa Parodi

Hay que refundar Cosquín

Hay que refundar Cosquín me dijo mi amigo Ari Hassan, el talentoso productor del programa “Encuentro en el Estudio”. Y es verdad. Tenemos dos caminos y hace mucho que los tenemos: refundarlo o crear el espacio que necesita nuestra música para ser escuchada y respetada. Entendiéndose por ello dejar que suene con sus profundidades más claras, realimentarse en las búsquedas genuinas de las nuevas formas, atesorar las voces y las obras de los maestros en los que seguimos eligiendo mirarnos; en suma, hacer más ancha y luminosa su huella. Enriquecerla y proyectarla reconociéndonos en los espejos de Yupanqui, Leguizamón, Castilla, Falú, Dávalos, Ariel Ramírez, Félix Luna, Romero Maciel, A. Mansilla, Chacho Müller, Leda Valladares, Suma Paz, Rolando Valladares, Andrés Chazarreta, Ernesto Montiel, Félix Dardo Palorma, Mercedes Sosa -voz madre de todos los tiempos-, Tejada Gómez, Hamlet Lima Quintana, Los Ábalos, Gómez Carrillo, Chango Farías Gómez, Hilda Herrera, etc., etc., etc., y por suerte puedo seguir nombrando con orgullo y emoción a tantos más.

Una línea, miles de líneas, un pensar la música, miles de caminos desde allí. Voces nuevas, enalteciéndola, dándole el vuelo que tuvo y tiene y que no es el que se ve ni por asomo en esas noches festivaleras que padecemos, salvo las maravillosas excepciones que existen a Dios gracias y nos devuelven las ganas de seguir a pesar de todo. Amigos, ¿no será que Cosquín, que es de los coscoínos, quiero decir que ellos ponen o sacan las reglas con que se lo programa, digo, no será que Cosquín refleja lo que hemos dejado que nos pase con la cultura?

Triunfó, nos guste o no, nos cueste o no aceptarlo, la cultura de la banalidad, de lo efímero, de la inmediatez de lo superfluo, de lo efectista, de la taquilla reinando y decidiendo por encima del arte, sobre lo profundo y lo austero, sobre lo bello sin estruendo ni palmas, ni gritos de amor de bajo vuelo. Pero eso es lo que vende, lo que hicieron que venda, lo que dicen que gusta, lo que dicen que convoca al público y agota entradas. Y así es, en gran medida, mal que nos pese. Bueno, ¿entonces no será que esto trasciende Cosquín? Creo que sí. La batalla por la cultura la estamos dando denodadamente en todos los espacios y no terminamos de comprender que en verdad es la batalla que más importa porque es finalmente la que dice de nosotros como ninguna otra cosa puede decir.

Estoy preocupada y triste por el destino de nuestra música pero estoy esperanzada al mismo tiempo porque tenemos con qué hacerle frente al ninguneo. Tenemos valiosos y honestos artistas de lo heredado, nombres imprescindibles que no podemos disfrutar en la grilla de casi ningún festival. Tenemos voces señeras, obras irrefutables, nombres prestigiosos y nuevas generaciones que ya abrevan en esas fuentes imprescindibles a la hora de pensarnos país. Debatamos sobre esto. Salgamos a decir lo que pasa pero también propongamos el cambio en tiempo, forma y espacio.

Se lo merece nuestro pasado, nuestro hoy, nuestro futuro. Se lo merecen artistas de la talla de Liliana Herrero, Juan Falú, Raúl Carnota, Carlos Aguirre, Jorge Fandermole, Marian Farías Gómez, Aca Seca, Juan Quintero y Luna Monti, María de los Ángeles Ledesma y Cosecha de agosto, la Bruja Salguero, Laura Albarracín, Topo Encinar, Coqui Ortiz, Lilian Saba, Nora Sarmoria, etc., etc., etc. Son tantos y tantos que me cuesta nombrar a algunos solamente y los que nombro son a modo de ejemplo. Pido perdón por los que no menciono, la lista sería muy larga porque, por suerte, son muchos los verdaderos artistas que cultivan con talento y altura nuestra música. Digo, siento, pienso, reflexiono con ustedes. Y me atrevo a proponer: juntémonos compañeros, colegas, productores, amigos, amigas, manos a la obra. Intentemos sinceramente pensar modos, alternativas para este alto desafío de hacerle justicia a nuestra música más genuina, a los grandes artistas y a los jóvenes que vienen aportándole con honestidad y talento nuevos aires y no tienen ni el tiempo ni el lugar que les corresponde en los escenarios. No esperemos un año más para renovar nuestro descontento.

Teresa Parodi

02 de Febrero de 2014

  Nota publicada en la edición de Febrero de 2014

Carta abierta de Coya Chavero (Hijo de Atahualpa Yupanqui)

Pasaron los años desde que mi Tata aceptó el homenaje de poner su nombre al escenario del Festival de Cosquín. Puso una única condición: la de no usar el escenario para adular a ningún dictador. Eran tiempos duros y lo que pidió tenía que ver con las circunstancias por las que atravesaba el país, no tan lejanas de otras épocas que había conocido y sufrido de más joven.

Pero no sé si solo se refería a los dictadores de uniforme. También podemos sumarle otras formas que ha sumado la dictadura: la del dinero, la exigencia del éxito.

Contaré que, a pesar de haberse convertido en un artista del mundo jamás permitió que esta circunstancia hiciera mella en su conducta personal y artística.

Crecí escuchando discos de sus compañeros de desvelo: aquellos que en los años 40 trajeron de sus provincias el canto de su pago. A ellos se sumaron algunos porteños también. Así, el canto nativo fue creciendo en consideración porque, además, la gran ciudad se había poblado de provincianos.

Estos intérpretes no solo compartían los pequeños escenarios que se les ofrecía en peñas y confiterías; compartían tenidas entre ellos. Eran serios en su labor porque sabían lo que estaban haciendo. Tenían una herencia folklórica que no podían desmentir aunque quisieran, pues les venía en la sangre desde la panza de su madre, de sus abuelas, de su tierra.

El orgullo era representar bien al pago y cuando uno dice pago habla de siglos y de gentes, de territorio, de historia, de leyendas y de costumbres afirmadas en ese transcurrir de los tiempos en un determinado paisaje.

Crecí con ellos. Escuchando zambas, gatos, chacareras, escondidos, cielitos y vidalas. Mis padres no me obligaban a escuchar determinado tipo de música. Pedía permiso y el gramófono era mío junto a los discos de “piedra”.

Claro que todo esto se afirmaba con mis estadías en Cerro Colorado, ensillando mi petizo, acompañando a don Roque a buscar las vacas, compartir un pedazo de pan con picadillo y unos tragos de agua en las serranías, llevarlas al bañadero, traerlas de vuelta, hacer los mandados al almacén y conocer un mundo de criollos, que no se llamaban a sí mismos gauchos, comentando sus “afanes” y alguna que otra anécdota o noticia de importancia para ellos.

Casi no había radios. La televisión no existía. El diario del pueblo era la reunión en el boliche como se le llamaba al almacén. ¿Qué podía sorprenderme de aquellos hombres y sus comentarios? Nada y todo. Pues era estar viviendo historias que otros niños solo llegaban a conocer si se ponían a leer alguna novela.

Qué podía resultarme de ajena la música que escuchaba en casa, si toda la música, la buena música se entrelaza profundamente con la sensibilidad de cualquier persona en cualquier lugar del mundo en la medida que conserve autenticidad y amor por lo bello.

Recuerdo algo de León Felipe en relación con la poesía que decía así:

Quítale los caireles de la rima, las palabras también y si algo queda eso es poesía.

De modo que Bach, Vivaldi, Bizet también tenían que ver con un universo de algarrobos y talas, con caminos de arena y piedra y con esa gente callada, de hablar lento y casi murmurando.

Aquellos cantores, algunos de los cuales fueron homenajeados por mi padre, no esperaban otra cosa más que respeto, reconocimiento de su arte por parte del público. A veces alguna discográfica ponía su interés en ellos y lograban grabar algunas obras.

¿Porqué cuento todo esto? Porque estos músicos, tenían un profundo respeto por la canción nativa. Esa canción eran ellos: su historia, su paisaje, su dignidad, su pena y su alegría, sus padres y sus abuelos, sus árboles o su desierto.

Cuidando el buen decir en los textos, cuidando que sus intervenciones de adentro –“se va la primera”, “a la vuelta”- fueran en el tono en que se estaba cantando para no romper la armonía establecida por la canción y por la interpretación. Ellos me enseñaron no a ser artista, sí a cantar, a entender el nexo profundo entre ritmo y región, entre entonación y letra.

Ellos me hicieron comprender que para cantar un canto nativo hay que saber, no de compases, de tempos, de armonías; hay que saber de paisajes, de acentos comarcanos, de fábulas regionales; no ser un experto; sí, por músico, tener la oreja preparada para reconocer el origen de determinada persona o canción. No necesariamente convertirse en un experto o un erudito pero sí en un conocedor, como un baqueano que no es geólogo, ni ingeniero hidráulico, ni ingeniero agrónomo, pero que sin saber el porqué de ciertas cosas, sabe cómo son y dónde el hombre puede hacerse su lugar o al menos un lugar que le sea apto para permanecer un rato o toda la vida.

Aquellos cantores no perseguían ningún objetivo especial: eran. No los empujaba el afán de fama, de dinero o de romper records.

Sabían que la dignidad de su canto los sostenía en la vida y sostenía a los suyos: los que fueron y los que vendrían.

Algo cambió y su resultado es lo que vemos hoy. Exitosos, grandes vendedores de discos, multitudinarios eventos donde reciben aclamaciones  que nunca sabrán hasta dónde ese crédito es suyo.

Para obtenerlo, cualquier recurso parece legítimo: desde el discurso demagógico hasta la vestimenta más osada o descuidada. Lo que no debe estar ausente es lo estruendoso. Canciones escritas con un nivel apenas primario porque, además, son incapaces de reconocer sus limitaciones a la hora de escribir, melodías amorfas, repetitivas hasta el hartazgo que sólo buscan un final “allá arriba” para procurarse la seguridad del aplauso final estrepitoso.

Casi todos vienen con la misma formulita bajo el brazo y la aplican a rajatablas a ver si algún productor o discográfica se interesa en ellos.

El resultado: nuestros pueblos, nuestras regiones se van quedando mudos porque no hay quien cante por ellos, no hay quien diga su vida con belleza, con buen decir o escribir, con una melodía atinada, que se corresponda con el texto y con la intención.

A veces me parece que el público aplaude u ovaciona por aburrimiento. Lo triste es que gran parte se hace con dineros públicos aplicados a objetivos sin ninguna intención de mejorar nuestras limitadas aptitudes culturales o artísticas.

La nación se empobrece de la peor de las pobrezas: el desconocimiento de sí misma.

Por suerte hay muchos cantores, autores (que no es lo mismo que poeta pero que es un noble oficio cuando se lo ejerce bien), que siguen su camino sabiendo bien cuál es la verdad y cuáles son las mentiras. Les cuesta mucho la marginación, el “silencio de radio” al que se los somete, y en esto no hay diferencias entre las emisoras oficiales y privadas, son sordas  por igual, van por una pequeña senda de tierra que va al costado de las grandes autopistas de la difusión, no buscan padrinos políticos, porque a la corta o la larga estos imponen sus condiciones.

A ellos “chapeau” diría mi madre, “me quito el sombrero” diría mi padre. ¡Qué responsabilidad han asumido! Ser depositarios, casi involuntarios, de una estirpe, de una etnia diría un amigo, que anhelo puedan conservar para las generaciones futuras: la estirpe criolla y su canto nativo.

Roberto Coya Chavero

  Nota publicada en la edición de Mayo de 2013
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