El pasado 11 de Febrero, se cumplieron cinco décadas de la presentación oficial de un gran movimiento artístico, cultural y popular que ya se venía gestando en distintos puntos de América Latina. El hito tuvo lugar en el Círculo de Periodistas de la Ciudad de Mendoza, un día lunes de 1963. A continuación, el Manifiesto:
La búsqueda de una música nacional de contenido popular, ha sido y es uno de los más caros objeivos del pueblo argentino. Sus artistas, desde los albores de una expresión popular propia han intentado, con distinta suerte, incorporar la diversidad de géneros y manifestaciones de que disponían a su sensibilidad con el propósito de cantar al país todo.
Ya Carlos Gardel, en los inicios de los modernos medios de difusión, incursionó como autor e intérprete tanto en el género nativo, donde empezó su relevancia, como en el género típico ciudadano, que encontró en el tango su forma más completa de expresión. Otros géneros, populares entonces, como el vals, la polka, etc., no resultaron tan eficientes para traducir el modo de ser y sentir de las amplias capas populares del país creciente.
En la búsqueda de su expresión, el artista popular adoptó y recreó los ritmos y melodías que, por su contenido y su forma, se adaptan más totalmente al gusto y los sentimientos del pueblo.
Esa interrelación entre el artista creador y el pueblo destinatario de sus obras, dio nacimiento al tango que, penetrado de la circunstancia viva de las masas, sería desde entonces la canción popular por definición, dada la preeminencia que en lo cultural, político, social y económico tendría, también desde entonces, Buenos Aires sobre el resto del país. La deformación geosociológica que este hecho político provocó en todos los órdenes de la vida del país, debía alcanzar también a la música nacional de inspiración popular.
Se relega al interior, hombre, paisaje y circunstancia histórica, y el país acentúa su fachada portuaria, unilateral, y por lo tanto, muchas veces epidérmica. Porque durante muchas décadas el país fue eso:un rostro sin alma, aunque el tango, con supalpitante crónica dolorosa (Contursi, flores, De Caro, Los Caló, Discépolo, Manzi y tantos otros fácilmente identificados) reclamará desde sus noches insomnes por el cercenamiento del espíritu nacional y por la amputación feroz del país total.
Es que el tango, merced a su buena suerte, ya había caído del ángel popular a las manos de los mercaderes y era divisa fuerte para la exportación turística. Fue entonces cuando lo condenaron a repetirse a sí mismo, hasta estereotipar un país de tarjeta postal, farolito mediante, ajeno a la sangre y el destino de su gente.
Entonces, se perpetró la división artificial y asfixiante entre el cancionero popular ciudadano y el cancionero popular nativo de raíz folklórica. Oscuros intereses han alimentado, hasta la hostilidad, esta división que se hace más acentuada en nuestros días, llevando a autores, intérpretes y público a un antagonismo estéril, creando un falso dilema y escamoteando la cuestión principal que ahora está planteada con más fuerza que nunca; la búsqueda de una música nacional de raíz popular, que exprese al país en su totalidad humana y regional. No por vía de un género único, que sería absurdo, sino por la concurrencia de sus variadas manifestaciones, mientras más formas de expresión tenga un arte, mas rica será la sensibilidad del pueblo al que va dirigido. No hay pues, para el hombre argentino, un dilema entre tango y folklore, música ciudadana o música regional, tipismo o nativismo. El dilema real del hombre argentino es, en este plano de sus intereses, o desarrollo vital de su propia expresión popular y nacional en la diversidad de sus formas y géneros, o estancamientos infecundo ante la invasión de las formas decadentes y descompuestas de los híbridos foráneos. Hay país para todo el cancionero. Sólo falta integrar un cancionero para todo el país.
Una toma de conciencia: el auge de la música nativa. En estos momentos, Buenos Aires y el país todo, asisten a un poderoso resurgimiento de la música popular nativa, que ha motivado la inquietud por interpretar este fenómeno. Hay quienes se inclinan por considerar este resurgimiento como una moda, a la manera de tantas que suelen asolar a la gran capital cosmopolita, puerto de todos los puertos. Pero un ceñido análisis de nuestra realidad, no puede menos que alejarnos de ese supuesto. Nosotros afirmamos que este resurgimiento de la música popular nativa, no es un hecho circunstancial, sino una toma de conciencia del pueblo argentino. En lo que respecta a Buenos Aires, apuntamos este hecho: debido al auge industrial que se inicia a raíz de la Segunda Guerra Mundial, la capital, recibió el aporte masivo de inmensos contingentes humanos del interior del país. Ellos traían junto a la esperanza de una vida mejor en la gran ciudad, sus raídas guitarras y la magia de sus paisajes natales. A la postre, serían el mercado que exigiría cada día más música nacional nativa y que terminarían por imponer al hombre y la mujer porteños, un gusto y una pasión inquietante por este inmenso y abismal país continente. Todo el país comenzó a verse a sí mismo en el cancionero, sospechando que a sus espaldas, un mundo cautivante y desconocido se había puesto en movimiento. El auge de la música folklórica es un signo de la madurez que el argentino ha logrado en el conocimiento del país real. Son los primeros síntomas masivos de una actitud cultural diferente; ni desprecio ni olvido. El país existe. El pueblo del interior ha realizado ya la tercera fundación de Buenos Aires, esta vez desde adentro. La conciencia de ese ser en el país es irreversible y sus implicancias más profundas de las que el cancionero nativo es sólo su forma más visible, informarán y conformarán en adelante su destino histórico. Pero este descubrimiento de la tierra, esta valoración cultural nueva que intentamos desentrañar, debe ser ampliada y profundizada, so pena de que se pierda en el tráfago de los intereses creados y paralizantes. Si para muchos este hecho resulta una distracción o un espectáculo en ir más allá de su apetencias inmediatas, el artista creador con vocación nacional y raigambre popular, debe burlar esta trampa. Que no le escamoteen ni al artista ni a su pueblo, esta toma de conciencia, es lo que se propone el Nuevo Cancionero.
Raíces del Nuevo Cancionero. Hasta el advenimiento de Buenaventura Luna y Atahualpa Yupanqui, el cancionero nativo se mantuvo en la etapa de formas estrictamente tradicionalistas y recopilativas. Se vertía el tema tal cual había sido hallado: en su versión primaria con pocos y esporádicos aportes creadores que, casi sin excepción, se esforzaban por respetar el cánon tradicional. De este celo por las formas originarias y puras, sobrevendrán luego los vicios que quieren hacer del cancionero popular nativo, un solemne cadáver. En su tiempo, cuando lo principal era la difusión de la canción nativa, este estilo y este concepto, tuvo una innegable justificación y esa labor de tantos abnegados cultores y difusores de la canción vernácula, nos merece un alto respeto. Entonces, el cancionero carecía de un sitio hondo y visible en la sensibilidad de amplios sectores del país; era natural y lógica la insistencia en mostrarlo tal cual era o había sido su origen. Pero fue la fijación en ese estado lo que degeneró en un folklorismo de tarjeta postal cuyos remanentes aún padecemos, sin vida ni vigencia para el hombre que construía el país y modificaba día a día su realidad. Es con Buenaventura Luna, en lo literario y con Atahualpa Yupanqui, en lo literario musical, con quienes se inicia un empuje renovador que amplía su contenido sin resentir la raíz autóctona. A ese hallazgo se sumará luego el aporte de músicos, poetas e intérpretes de las nuevas generaciones que, urgidos por desarrollar esa yeta de la sensibilidad popular, han protagonizado el resurgimiento actual. Tanto Luna, como Yupanqui, surgen de las dos regiones más ricas en expresiones musicales: el Norte y Cuyo. Estos, sin ser los únicos, son los más representativos precursores por la calidad y la extensión de sus obras y en su vocación de expresar renovadamente la canción popular nativa señala su origen el Nuevo Cancionero.
¿Qué es el Nuevo Cancionero? El Nuevo Cancionero es un movimiento literario-musical, dentro del ámbito de la música popular argentina. No nace por o como oposición a ninguna manifestación artística popular, sino como consecuencia del desarrollo estético y cultural del pueblo y es su intención defender y profundizar ese desarrollo. Intentará asimilar todas las formas modernas de expresión que ponderen y amplíen la música popular y es su propósito defender la plena libertad de expresión y de creación de los artistas argentinos. Aspira a renovar, en forma y contenido, nuestra música, para adecuarla al ser y el sentir del país de hoy. El Nuevo Cancionero no desdeña las expresiones tradicionales o de fuente folklórica de la música popular nativa, por el contrario, se inspira en ellas y crea a partir de su contenido, pero no para hurtar del tesoro del pueblo, sino para devolver a ese patrimonio, el tributo creador de las nuevas generaciones.
¿Qué se propone el Nuevo Cancionero? El Nuevo Cancionero se propone buscar en la riqueza creadora de los autores e intérpretes argentinos, la integración de la música popular en la diversidad de las expresiones regionales del país. Quiere aplicar la conciencia nacional del pueblo, mediante nuevas y mejores obras que lo expresen. Busca y promueve la participación de la música típica popular y popular nativa en las demás artes populares: el cine, la danza, el teatro, etc., en una misma inquietud creadora que contenga el pueblo, su circunstancia histórica y su paisaje. En este sentido, adhiere a la inquietud del Nuevo Cine, como también a todo intento de renovación que intente testimoniar y expresar por el arte nuestra apasionante realidad sin concesiones ni deformaciones. Rechaza a todo regionalismo cerrado y busca expresar al país todo en la amplia gama de sus formas musicales. Se propone depurar de convencionalismos y tabúes tradicionalistas a ultranza, el patrimonio musical tanto de origen folklórico como típico popular. Alentará la necesidad de crear permanentemente formas y procedimientos interpretativos, así como obras de genuina identidad con el país de hoy, que enriquezcan la sensibilidad y la cultura de nuestro pueblo. Desechará, rechazará y denunciará al público, mediante el análisis esclarecido en cada caso, toda producción burda y subalterna que, con finalidad mercantil, intente encarecer tanto la inteligencia como la moral de nuestro pueblo. El Nuevo Cancionero acoge en sus principios a todos los artistas identificados con sus anhelos de valorar, profundizar, crear y desarrollar el arte popular y en ese sentido buscará la comunicación, el diálogo y el intercambio con todos los artistas y movimientos similares del resto de América. Apoyará y estimulará el espíritu crítico en peñas, y organizaciones culturales dedicadas a la difusión de nuestro acervo, para que el culto por lo nuestro deje de ser una mera distracción y se canalice en una comprensión seria y respetuosa de nuestro pasado y nuestro presente, mediante el estudio y el diálogo formativo de nuestras juventudes. El Nuevo Cancionero luchará por convertir la presente adhesión del pueblo argentino hacia su canto nacional, en un valor cultural inalienable. Afirma que el arte, como la vida, debe estar en permanente transformación y por eso, busca integrar el cancionero popular al desarrollo creador del pueblo todo para acompañarlo en su destino, expresando sus sueños, sus alegrías, sus luchas y sus esperanzas.
Firmantes: Tito Francia, Manuel Oscar Matus, Armando Tejada Gómez, Mercedes Sosa, Víctor Gabriel Nieto, Martín Ochoa, David Caballero, Horacio Tusoli, Perla Barta, Chango Leal, Graciela Lucero, Clide Villegas, Emilio Crosetti y Eduardo Aragón. --
Entre los primeros y quizás más destacados adherentes figuran artistas plásticos, músicos, cantantes, bailarines y escritores como: el austríaco Sergio Sergi, el genovés Roberto Azzoni, el croata Svrako Ducmelic, el belga Víctor Delhez, el chileno Lorenzo Domínguez, Carlos Alonso, Antonio Di Benedetto, Humberto Crimi, Ricardo Tudela, Enrique Ramponi, Fernando Lorenzo, Víctor Hugo Cúneo, Luis Quesada, Juan Carlos Sedero, la Nueva Trova Cubana (Silvio Rodríguez, Pablo Milanés, Santiago Feliú), la Nueva Canción en Chile (Violeta Parra, Quilapayún, Víctor Jara, Inti Illimani), Daniel Viglietti y tantos más en Uruguay, el Cuchi Leguizamón, Ramón Ayala, Hamlet Lima Quintana, Atahualpa Yupanqui, Ramón Ábalos, Daniel Talquenca, Rodolfo Braceli, Jorge Marzialli, Cesar Isella, los Hermanos Nuñez y a partir de los 70, Pocho Sosa, Jorge Sosa, Damián Sánchez, Bernardo Aragón, Chany Suarez, Víctor Heredia, Julio Lacarra, León Gieco, el Cuarteto Zupay, Chango Farías Gómez, Marián Farías Gómez, Los Trovadores, el Grupo Vocal Argentino, el Quinteto Tiempo, Las Voces Blancas, Dino Saluzzi, Horacio Guarany, Opus Cuatro, Antonio Tarragó Ros, Enrique Llopis, Manuel J. Castilla, el Dúo Salteño y cientos más (ver http://www.tejadagomez.com.ar/adhesiones.htm y http://es.wikipedia.org/wiki/Nuevo_Cancionero).
Don José Segovia, amigo de Armando y poseedor del Manifiesto Original, explicó en uno de los recientes homenajes que el cancionero es nuevo, no porque cuando se creó fuese “más joven” que el viejo cancionero, sino porque se renueva y se reinventa permanentemente a la par de los cambios en la vida social, política y cultural de nuestros pueblos.
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Decires de la Cuyanía entrevistó a Gloriana Tejada (hija mayor de Armando Tejada Gómez) y a Alejandro Sicardi. Aquí, sus valoraciones:
Alejandro Sicardi: La enseñanza que a mí me deja es el contenido ideológico de los cultores y creadores del Nuevo Cancionero. Eran personas que tenían un conocimiento político muy grande y también tenían una visión de lo musical, no de tipo “pop stars” sino de estar y laburar junto al pueblo, es decir, que la música debe ir en consonancia con el pueblo, tiene que ser su mensaje. Eso es lo más importante del Nuevo Cancionero, por eso perdura en el tiempo. Ha habido un ocultamiento de este Movimiento y sus obras, no es casualidad que Tejada Gómez se conozca más en otros países que acá.
Gloriana Tejada: El Nuevo Cancionero está reconocido en todo el país, América Latina y muchas otras partes del mundo. Sí creo que se le debe dar mayor difusión y actualizarlo a lo que está pasando en estos momentos.
La presentación de un Manifiesto ya fue una novedad en sí misma para la música nacional y para la provincia de Mendoza, pero en realidad, la Nueva Canción Latinoamericana ya se venía gestando en muchos lugares y desde distintas disciplinas. Lo que hizo Armando fue encauzarla en un Manifiesto y darle vida desde Mendoza y Argentina.
Lo que más rescato es el trabajo colectivo que implicó el MNC, porque implica un posicionamiento importante respecto al bien común, a trabajar juntos la música, la poesía, la plástica…
Guillermo Murúa, especial para Decires de la Cuyanía
Que la vida es breve, tan breve, ya no quedan dudas. Al comenzar a escribir me doy cuenta las cosas vividas, todos los momentos que pasaron tan fugaz.
Pequeñas historias que con el tiempo se transformarían en hitos de una época de locos soñadores que se juntaban a guitarrear y cantar las nuevas poesías que brotaban como surgentes de aguas claras en la palabra del Armando Tejada Gómez. Cualquier lugar era propicio para crear el canto nuevo, y así, en ruedas de amigos, Armando decía “¡escuchen ésto!”, y ya estaba pariendo una tonada, una cueca, que el Mamadera Aragón o el Tito Francia le ponían la música. Nada era para asombrarse, todo era un juego de creatividad, que Oscar Matus -ya estaba arreglando para jugar con armonías de voces- y Mercedes Sosa -con aquella facilidad de memorizar armonías- entonaban en arreglos a dúo. Y así, como jugando, ya entonaba el Mamadera “La Pancha Alfaro”, “Pedro Chacarero”, “Tierno Nogal”, “Trovador del Rocío”, “Zamba Azul”, “Zamba del Laurel”... La casa del Mamadera, de Sedero, del Tito Francia, la casa de Luzuriaga, el patio de José Mirón en la media luna, eran los lugares de juntadas para engendrar el soñado nuevo cancionero. ¿Qué hacía yo en aquel tiempo? Armando lo sabía, yo era “el tradicionalista del canto cuyano”, porque él, locutor de la Lv10, solía presentarme de esa forma. En las ruedas, no faltaban el Tordo Nieto, el Cañita Segovia, el Negro Ávalos (hermano de la vida del Armando). 50 años han pasado y aquellas canciones paridas en ruedas de estos incorregibles soñadores, ya quedaron para seguir haciendo la historia del canto de cuyo.
Sebastián Garay, especial para Decires de la Cuyanía
El nuevo cancionero mantiene hasta nuestros días su vigencia y ha influenciado a toda la atmósfera creativa del hoy. Me considero un adepto a este manifiesto y busco reflejar, en el repertorio que interpreto y en lo que compongo, sus fundamentos. No concibo la idea de separar el hombre del paisaje, de sus costumbres, de sus alegrías y de sus penas…
Hoy el nuevo cancionero nos reclama, nos pide en las escuelas, en los contenidos de los medios de información, nos está reclamando en el daño que se le está produciendo a nuestra madre tierra y, por ende, al hombre…
Nos reclama en las fronteras, en los abismos de la desigualdad social, en la propaganda que vende felicidad y en el consumo voraz y desmedido…
Mercedes sosa me dijo unas sabias palabras que son mi bandera: preocúpate por tus contemporáneos, por lo que están pensando, lo que están atravesando, lo que están sintiendo…
Ese es el sentido que encierra el nuevo cancionero.
La búsqueda de una música nacional de contenido popular, ha sido y es uno de los más caros objeivos del pueblo argentino. Sus artistas, desde los albores de una expresión popular propia han intentado, con distinta suerte, incorporar la diversidad de géneros y manifestaciones de que disponían a su sensibilidad con el propósito de cantar al país todo. Ya Carlos Gardel, en los inicios de los modernos medios de difusión, incursionó como autor e intérprete tanto en el género nativo, donde empezó su relevancia, como en el género típico ciudadano, que encontró en el tango su forma más completa de expresión. Otros géneros, populares entonces, como el vals, la polka, etc., no resultaron tan eficientes para traducir el modo de ser y sentir de las amplias capas populares del país creciente. En la búsqueda de su expresión, el artista popular adoptó y recreó los ritmos y melodías que, por su contenido y su forma, se adaptan más totalmente al gusto y los sentimientos del pueblo. Esa inter-relación entre el artista creador y el pueblo destinatario de sus obras, dio nacimiento al tango que, penetrado de la circunstancia viva de las masas, sería desde entonces la canción popular por definición, dada la preeminencia que en lo cultural, político, social y económico tendría, también desde entonces, Buenos Aires sobre el resto del país. La deformación geosociológica que este hecho político provocó en todos los órdenes de la vida del país, debía alcanzar también a la música nacional de inspiración popular. Se relega al interior, hombre, paisaje y circunstancia histórica, y el país acentúa su fachada portuaria, unilateral, y por lo tanto, muchas veces epidérmica. Porque durante muchas décadas el país fue eso:un rostro sin alma, aunque el tango, con supalpitante crónica dolorosa (Contursi, flores, De Caro, Los Caló, Discépolo, Manzi y tantos otros fácilmente identificados) reclamará desde sus noches insomnes por el cercenamiento del espíritu nacional y por la amputación feroz del país total. Es que el tango, merced a su buena suerte, ya había caído del ángel popular a las manos de los mercaderes y era divisa fuerte para la exportación turística. Fue entonces cuando lo condenaron a repetirse a sí mismo, hasta estereotipar un país de tarjeta postal, farolito mediante, ajeno a la sangre y el destino de su gente. Entonces, se perpetró la división artificial y asfixiante entre el cancionero popular ciudadano y el cancionero popular nativo de raíz folklórica. Oscuros intereses han alimentado, hasta la hostilidad, esta división que se hace más acentuada en nuestros días, llevando a autores, intérpretes y público a un antagonismo estéril, creando un falso dilema y escamoteando la cuestión principal que ahora está planteada con más fuerza que nunca; la búsqueda de una música nacional de raíz popular, que exprese al país en su totalidad humana y regional. No por vía de un género único, que sería absurdo, sino por la concurrencia de sus variadas manifestaciones, mientras más formas de expresión tenga un arte, mas rica será la sensibilidad del pueblo al que va dirigido. No hay pues, para el hombre argentino, un dilema entre tango y folklore, música ciudadana o música regional, tipismo o nativismo. El dilema real del hombre argentino es, en este plano de sus intereses, o desarrollo vital de su propia expresión popular y nacional en la diversidad de sus formas y géneros, o estancamientos infecundo ante la invasión de las formas decadentes y descompuestas de los híbridos foráneos. Hay país para todo el cancionero. Sólo falta integrar un cancionero para todo el país.